¿Guardamos vino para dentro de unos años?
En las visitas a la bodega siempre hay personas que nos preguntan sobre cuánto podemos guardar un vino antes de beberlo. Es algo que sobre todo preguntan los aficionados americanos. En revistas dedicadas al vino encontramos indicaciones acerca de cuándo es el momento óptimo para disfrutar de un vino. Incluso hay bodegas que incluyen en su contraetiqueta un gráfico sobre la evolución del vino, con su momento de crecimiento, su momento álgido y el comienzo de su declive.
En evidente que cuanta más información tenga el consumidor sobre la evolución de un vino, mejor será su conocimiento sobre el mismo. Sin embargo, no debemos perder de vista algo tan sencillo como disfrutar de un vino. Como aficionados, comprar y guardar vino es siempre un aliciente. Ver cómo evoluciona un vino es algo muy bonito. Ello depende de nuestra capacidad de compra y de guarda, por supuesto. La regla de oro para guardar vino es comprar más de lo que uno puede beber. Esto no siempre es posible y solemos beber el vino según lo compramos.
Independientemente de nuestra capacidad de compra y de guarda, lo más importante es disfrutar un vino. Supongamos que un aficionado viene a la bodega. De entre todos los vinos que prueba el que más le hace disfrutar es Fierroca y decide comprar una botella. Usamos Fierroca como ejemplo porque es un vino de pequeña producción y para este ejemplo nos viene de perlas. Así que se lleva una botella a casa, de esta añada 2020, y decide guardarla unos años. Cinco, pongamos en nuestro ejemplo. Allá por 2028 abre la botella y la disfruta mucho. Quizá tanto como el día de la visita, aunque cinco años después es posible que no tenga un recuerdo claro de la misma. En todo caso, disfruta tanto el vino que se pone en contacto con la bodega para comprar más Fierroca 2020 pero ya no hay, puesto que como vino de pequeña producción se agotó hace tiempo. Lógicamente puede comprar la añada más reciente, pero si quiere hacer el mismo ejercicio de comprobar la evolución tendrá que esperar otros cinco años antes de abrirlo. Y si lo abre según lo compra, estará comparando un vino recién salido al mercado con uno que ha guardado cinco años.
En cinco años pueden ocurrir muchas cosas con nuestra botella: que se caiga y se rompa, una mudanza, que nuestro lugar de guarda no tenga condiciones óptimas, que alguien lo abra accidentalmente, que nos cambie el gusto y sea un vino que no nos apetezca beber… Demasiadas circunstancias.
Todo esto nos sirve para explicar algo más sencillo. Está muy bien guardar una botella para ver su evolución, pero está mucho mejor abrirla cuando nos va a hacer disfrutar. Si visitamos una bodega y compramos una botella que abrimos poco tiempo después, estaremos a tiempo de comprar otra o una de la añada siguiente y poder comparar porque el recuerdo estará fresco. Y mucho mejor idea será comprar dos botellas, una para guardar y una para beber al poco tiempo. Así llegamos a la siguiente añada y si repetimos la compra de dos botellas podremos comparar las añadas mientras vamos guardando una botella cada año.
Y todo ello, siempre con un objetivo en mente: disfrutar de una botella de vino en la mejor compañía.