Emoción! El primer día de vendimia!!!
Suena el despertador poco después de las 05:30 horas. Demasiado pronto para mi gusto, pero hoy no me cuesta tanto levantarme. De hecho, es un día que llevo esperando bastante tiempo. Así que fuera de la cama, ducha rápida y un desayuno completo, que voy a necesitar fuerzas.
Al salir de casa empiezan a asomar los primeros rayos de sol. Cielo despejado, algo más de 20 grados, ligera brisa que llega desde el mar… creo que las condiciones van a ser perfectas, si bien seguramente a mediodía apriete más el calor. Hay que llevar agua para estar prevenidos.
Poco a poco van llegando los demás, unos con más cara de sueño, otros con una sonrisa dibujada en el rostro. Hoy va a ser un día muy especial. Saludos, ánimos, chiste sobre las caras dormidas. Nos reunimos en torno a una mesa de camping en la que hay una máquina de café y unos bollos. El café nunca hace daño y los bollos nos dan un chute extra de energía.
Hora de recoger las cestas, las tijeras, colocarse bien una gorra y algunos llevan también unos guantes, si bien nunca he sido partidario de usarlos. Hay cosas que me gusta sentir en la piel y esta es una de ellas. Eso sí, la gorra que no me falte.
Nos distribuimos a lo largo del campo para cubrir todas las filas. A mí me gusta ir a contracorriente, así que me voy al extremo más alejado de los demás. Unos prefieren la conversación, otros llevan música… yo prefiero el silencio que solo se quiebra cuando hablo con la planta. Hablo con ella porque ha trabajado duro durante un año, soportando calor, frío, lluvia, sequía, sol, viento… y aquí sigue dando lo mejor de sí misma. Por esa razón hablo con ella. Claro que sé que no me va a responder, pero quiero que sepa que aprecio y valoro su esfuerzo, que la trato con cariño y que quiero ayudarla en su camino vital.
Cuando llego a mi principio solo escucho algún sonido de fondo procedente de mis compañeros. También algún pájaro o el ocasional paso de un avión en crucero por encima de nosotros. Pero sobre todo escucho mis pasos, mi calzado moviéndose por la tierra, la cesta rozando mi pantalón… es un momento muy especial para mí.
Llego a la primera planta, la saludo y doy una vuelta completa a su alrededor, mirando cómo está cargada, la disposición de su fruto… busco por dónde empezar. Finalmente, tomo la decisión de ir de arriba hacia abajo. Coloco la cesta a su lado, saco las tijeras de mi bolsillo, me inclino ligeramente, sujeto con delicadeza el primer racimo y lo corto cerca de dónde nace, dando las gracias a la planta por dármelo. Lo observo en mis manos, la fruta limpia y sana, con un buen tamaño y un color precioso. Desgajo una uva, la pruebo. Muy bien de azúcar, muy bien de taninos, muy bien de acidez. La fruta tiene mucha calidad. Con mucho cuidado lo deposito en la cesta y busco el siguiente racimo. El día será largo y fatigoso, pero va a merecer la pena.
La vendimia 2023 ha comenzado.
Aitor Trabado